La sangre llama, oí decir desde siempre, pero esa frase —quizás por ser yo nulípara— nunca significó nada para mí. Hasta ese momento. Mirándonos a los ojos, en unos segundos nos fuimos medio siglo atrás y ambas recordamos que alguna vez comimos por la misma boca, sentimos por la misma piel y respiramos el mismo aire.

