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Kindle Notes & Highlights
—Quizá este no sea buen momento para decírtelo, pero no sé leer. Me quedo boquiabierta. Mierda. No puede ser verd…
Garrett suelta una carcajada. —Tranquila, te estoy tomando el pelo. —Entonces frunce el ceño—. ¡¿En serio te has creído que no sabía leer?! Joder, Wellsy.
Yo: Soy la profesora particular de Garrett. Estás molestando. Terminamos en treinta minutos. Estoy segura de que puedes mantener la cremallera de tus pantalones cerrada hasta entonces.
Vale. Igual Garrett Graham no es tan tonto como pensaba.
También conocido como «la pesadilla de mi existencia». Te juro que si no tuviera miedo de romperme la mano, le daría un puñetazo en toda la presumida y estúpida cara que tiene.
Garrett frunce los labios. Es parecido a lo que hace mi abuela cuando está absorta en sus pensamientos. Es adorable, la verdad.
Pero probablemente me mataría si le digo que me recuerda a mi abuela.
Nunca he conocido a nadie que se acueste con tantas almohadas. Igual es que las necesita para envolver su enorme ego.
Desde que era una niña, la música siempre ha sido una válvula de escape para mí. Cuando canto, el mundo desaparece. Somos solo la música, yo y una profunda sensación de tranquilidad que nunca he sido capaz de encontrar en ningún otro lugar, por mucho que lo haya intentado con todas mis fuerzas.
Cojo aire, toco los acordes iniciales y empiezo a cantar. No miro a Garrett porque yo ya estoy en otro lugar, perdida en la melodía y en las palabras, totalmente concentrada en el sonido de mi voz y en la resonancia de la guitarra.
Cuando la situación me resultaba demasiado agobiante o dolorosa, me sentaba al piano o cogía mi guitarra, y entendía que la felicidad no estaba fuera de mi alcance. Estaba siempre ahí, siempre disponible para mí, siempre y cuando pudiera cantar.
—Y olvídate del coro. No lo necesita. Vamos, ¡no creo ni que necesites a Cass! —Sacude la cabeza, atónito—. Tu voz es…, joder, Wellsy, es preciosa.
—Toca otro tema —me ordena. —Eh. ¿Qué quieres escuchar?
—Lo que sea. No me importa.
Necesito escucharte cantar otra vez.
Uau. Vale. Durante toda mi vida, la gente me ha dicho que tengo talento, pero, aparte de mis padres, nunca nadie antes me había suplicado que le cantase. —Por favor —dice en voz baja.
A mitad de canción, Garrett cierra los ojos. Miro cómo sube y baja constantemente su pecho mientras mi voz se quiebra por la emoción que esconde la letra. Después, le miro a la cara y me fijo en una pequeña cicatriz blanca que tiene en la barbilla y le divide en dos la barba de tres días. Me pregunto cómo se la haría. ¿Jugando al hockey? ¿Un accidente cuando era niño?
—El negocio de la música es muy difícil, tío. No se sabe, pero es posible que me estrelle si lo intento.
—No lo harás. —La convicción resuena en su voz—. Y por cierto, creo que estás cometiendo un error cantando un dueto en el concierto. Deberías estar sola en el escenario. En serio, si te sientas ahí, con el centro de atención puesto en ti, y cantas como acabas de hacerlo ahora… Todo el público va a tener escalofríos.
Me tengo que ir. Mi taxi probablemente esté esperando fuera. —Me bajo rápidamente de la cama—. Antes tengo que ir a hacer pis. Suelta una risita. —Demasiada información. —La gente hace pis, Garrett. Asúmelo.
Él: Confieso: He eliminado todos los temas de One Direction de tu iPod cuando estabas en el baño. De nada. Yo: Cómo??!! Te voy a besar!
Él: Con lengua?
Yo: Matar! Quería decir MATAR. Mierda de corrector. Él: Claaaaaaro. Ahora le echamos la culpa al corrector. Yo: Para. Él: Creo que alguien quiere darme un beso. Yo: Bs noches, Graham. Él: Seguro que no quieres volver a casa? Así ejercitamos un poco nuestra lengua.
Yo: Puaj. Jamás. Él: Ya, ya. PS: mira tu email. Tienes un zip con música. Música d verdad. Yo: Q va directo a la papelera…
Vacilo. Estoy a punto de negarlo, pero no parece coincidir con la realidad cuando recuerdo que he pasado las últimas dos horas confesándole mis problemas con Cass a Garrett y luego cantándole canciones como si fuera un mariachi. Y para ser honestos, a pesar de lo insoportable que es a veces, Garrett Graham no es tan malo como pensaba. Así que le devuelvo una sonrisa de leve arrepentimiento y digo: —Sí. Supongo que lo somos.