—Solo por curiosidad —dice—, cuando te despiertas por la mañana, ¿te admiras frente al espejo durante una hora o durante dos? —Dos —contesto con alegría. —¿Y chocas los cinco contigo mismo? —Por supuesto que no. —Sonrío—. Me beso cada uno de los bíceps y luego apunto hacia el techo y le doy gracias al gran hombre de allí arriba por crear un espécimen masculino tan perfecto.