Mientras que las regiones cerebrales ávidas de recompensas maduran antes, la corteza frontal —esencial para el autocontrol, el aplazamiento de la gratificación y la resistencia a las tentaciones— no alcanza su plena capacidad hasta alrededor de los 25 años, y los preadolescentes están en un momento especialmente vulnerable de su desarrollo. Al comenzar la pubertad, suelen sentirse inseguros en el ámbito social, y se dejan influir fácilmente por la presión de los pares y seducir por cualquier actividad que parezca brindarles validación social.