«Al fin —pensó entusiasmado— podré desarrollarla y ponerla en práctica». Quinientos samuráis armados con mosquetes, pero formados como una unidad, servirían de punta de lanza a sus veinte mil soldados convencionales, apoyados por veinte cañones manejados por hombres especiales, también adiestrados como una unidad. ¡Una nueva estrategia para una nueva era! En la próxima guerra, los cañones serían decisivos. —¿Y el bushido? —le preguntaban las sombras de sus antepasados. —¿Y el bushido? —les replicaba él.