–Prometedme darme un beso en la frente cuando haya muerto. Yo lo sentiré. Su cabeza cayó entre las rodillas de Marius y se cerraron sus párpados. El la creyó dormida para siempre, pero de pronto Eponine abrió lentamente los ojos, que ya tenían la sombría profundidad de la muerte, y le dijo con un acento cuya dulzura parecía venir de otro mundo: –Qué locura, señor Marius, creo que estaba un poco enamorada de vos. Trató de sonreír y expiró.