M A U R O

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Tuve que sentarme en el cordón un segundo. Pronto vino el vecino Julio, muy amable; alguna vez tuvo un bar precioso en una de las esquinas del barrio, pero no pudo seguir alquilando el local, demasiado caro, demasiado caras las bebidas y la comida y pocos clientes, en fin, la historia de los restaurantes y bares que funden, que a mí me dan una infinita tristeza y por eso le tengo a Julio más afecto del que quizá se merece.
Un lugar soleado para gente sombría
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