A los bebés sí los comprendía. Se les ponía leche por un extremo y se mantenía el otro tan limpio como fuera posible. Los adultos eran aún más sencillos, porque se alimentaban y se limpiaban solos. Pero, entre ambos estadios, había todo un mundo de experiencias que jamás había investigado. Sólo sabía que había que impedir que pillaran alguna enfermedad mortal y esperar que todo saliera bien.