Por todos los santos, Frankie —dijo su padre, pasándose una mano por el pelo—. Si existen esas normas es por algo. —Échate atrás. Anúlalo. —La señora McGrath miró a su marido y se puso en pie lentamente—. Por Dios, ¿qué vamos a decirle a la gente? —¿Que qué vais a…? —Frankie no entendía nada. Actuaban como si se avergonzaran de ella.

