Pero ¿cuándo fue la última vez que un discurso elocuente pronunciado en el Congreso por un miembro de un partido convenció a los miembros del otro partido de que cambiaran de opinión acerca de algo? Sea donde sea que tengan lugar las conversaciones que conforman la política estadounidense, desde luego no es en el Congreso. Las democracias mueren no solo cuando la gente carece de la libertad de hablar, sino también cuando la gente no quiere o no puede escuchar.