Como Stalin sabía, es posible construir identidades de marca no solo para productos, sino también para individuos. Un multimillonario corrupto puede identificarse como un defensor de los pobres, un imbécil incompetente puede identificarse como un genio infalible y un gurú que abusa sexualmente de sus seguidores puede identificarse como un santo casto. La gente cree que conecta con la persona, pero en realidad conecta con el relato que se cuenta sobre la persona, y a menudo la brecha que se abre entre ambos es enorme.