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El hombre sabio es aquel que en un momento dado sabe contenerse.
parece sino que al aproximarse ciertas horas sombrías, la claridad del cielo inunda a los que se encuentran abandonados de la claridad de la tierra.
Cuando se acerca una mano para coger una flor, la rama tiembla, y parece que huye y se ofrece a la vez. El cuerpo humano tiene algo de este temblor cuando llega el instante en que los dedos misteriosos de la muerte van a coger el alma.
Porque hay cosas que hacen abrir los ojos a los muertos en su tumba.
Hay instintos para todos los accidentes de la vida.
Hay algunos momentos en que las suposiciones más horrendas nos sitian como una cohorte de furia, y fuerzan violentamente los nervios de nuestro cerebro. Cuando se trata de las personas que amamos, nuestra prudencia inventa los temores más locos.
No hay nada tan estúpido como vencer; la verdadera gloria es convencer.
los cerebros absortos en una sabia meditación o en una locura, o lo que sucede más frecuentemente, en las dos cosas a la vez, sólo son sensibles con mucha lentitud a las realidades de la vida.
mientras que la sociedad sea lo que es, serán ellos lo que son.
¿Qué hay que hacer para desterrar estas larvas? Luz, luz, a torrentes. No hay un murciélago que resista al alba. Iluminad la sociedad en sus mayores profundidades.
¿Qué son las convulsiones de una ciudad al lado de los motines del alma?
Dios nos ve desde el cielo a todos, y sabe, en medio de sus brillantes estrellas, lo que hace.