Formas de volver a casa
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Read between August 12 - August 13, 2022
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Desde que nos separamos, agregó de repente, forzando o buscando un tono natural –desde que nos separamos me he acostado con dos hombres. Yo no he estado con ninguno, le respondí, bromeando. Entonces no has cambiado tanto, me dijo, riendo. Pero he estado con dos mujeres, le dije. La verdad es que ha sido sólo una. Le mentí, tal vez para empatar. Y sin embargo no pude seguir el juego. La sola idea de imaginarte con alguien más me resulta intolerable, le dije, y nos costó, después, rellenar ese silencio.
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La novela es la novela de los padres, pensé entonces, pienso ahora. Crecimos creyendo eso, que la novela era de los padres. Maldiciéndolos y también refugiándonos, aliviados, en esa penumbra. Mientras los adultos mataban o eran muertos, nosotros hacíamos dibujos en un rincón. Mientras el país se caía a pedazos nosotros aprendíamos a hablar, a caminar, a doblar las servilletas en forma de barcos, de aviones. Mientras la novela sucedía, nosotros jugábamos a escondernos, a desaparecer.
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Estoy seguro de que esos profesores no querían entusiasmarnos sino disuadirnos, alejarnos para siempre de los libros. No gastaban saliva hablando sobre el placer de la lectura, tal vez porque ellos habían perdido ese placer o nunca lo habían sentido realmente. Se supone que eran buenos profesores, pero entonces ser bueno era poco más que saberse los manuales.
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Es impresionante que el rostro de una persona amada, el rostro de alguien con quien hemos vivido, a quien creemos conocer, tal vez el único rostro que seríamos capaces de describir, que hemos mirado durante años, desde una distancia mínima –es bello y en cierto modo terrible saber que incluso ese rostro puede liberar de pronto, imprevistamente, gestos nuevos. Gestos que nunca antes habíamos visto. Gestos que acaso nunca volveremos a ver.
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Me asombra la facilidad con que olvidamos lo que sentíamos, lo que queríamos. La rapidez con que asumimos que ahora deseamos o sentimos algo distinto. Y a la vez queremos reírnos con las mismas bromas. Queremos, creemos ser de nuevo los niños bendecidos por la penumbra.
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Escribir te hace bien, te protege. ¿Me protege de qué? Las palabras te protegen. Buscas frases, buscas palabras, eso es súper bueno, dijo.
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Leer es cubrirse la cara, pensé. Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla.
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Me fui de casa hace quince años y sin embargo todavía siento una especie de extraño latido al entrar a esta pieza que era mía y ahora es una especie de bodega. Al fondo hay una repisa llena de DVD y los álbumes de fotos arrinconados junto a mis libros, los libros que he publicado. Me parece bello que estén aquí, junto a los recuerdos familiares.
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Mi madre largó un suspiro hondo y movió la cabeza lentamente. Entonces me dijo algo que me pareció asombroso: nunca nadie en la vida me ha hecho reír tanto como tú. Eres la persona más divertida que he conocido, dijo. Pero también eres serio y eso me desconcertaba, me desconcierta. Te fuiste muy chico y yo a veces pienso cómo sería la vida si te hubieras quedado en casa. Hay hijos de tu edad que todavía viven con sus padres. Los veo pasar de repente y pienso en ti.
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Yo iba a ser un recuerdo cuando grande
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Que aunque queramos contar historias ajenas terminamos siempre contando la historia propia.
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No preguntábamos para saber, me dice Claudia mientras juntamos los platos y recogemos la mesa: preguntábamos para llenar un vacío.
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Es mejor entender este tiempo como se entiende un anuncio breve en la cartelera del cable: después de veinte años, dos amigos de infancia se reencuentran por azar y se enamoran. Pero no somos amigos. Y no hay amor, en realidad. Dormimos juntos, tiramos maravillosamente bien y nunca voy a olvidar su cuerpo moreno, cálido y firme. Pero no es amor lo que nos une. O es amor, pero amor al recuerdo. Nos une el deseo de recuperar las escenas de los personajes secundarios. Escenas razonablemente descartadas, innecesarias, que sin embargo coleccionamos incesantemente.
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A mí me daba miedo, dice mi madre. ¿Quién? Ricardo. Rodolfo. Roberto. Ése, Roberto. Yo intuía que estaba metido en política. Todos estaban metidos en política, mamá. Usted también. Ustedes. Al no participar apoyaban a la dictadura –siento que en mi lenguaje hay ecos, hay vacíos. Me siento como hablando según un manual de comportamiento. Pero nunca, ni tu padre ni yo, estuvimos a favor o en contra de Allende, o a favor o en contra de Pinochet.
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No es tu culpa, me dice. Te fuiste muy joven de casa, a los veintidós años. A los veinte, mamá. A los veinte, a los veintidós, da lo mismo. Muy joven. Yo a veces pienso cómo sería la vida si te hubieras quedado en casa. Algunos se quedaron. El niño ladrón, por ejemplo. Él se quedó acá y se convirtió en ladrón. Otros también se quedaron y ahora son ingenieros. Así es la vida: te conviertes en ladrón o en ingeniero. Pero yo no sé muy bien en qué te convertiste tú.
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Miro ahora esas camisas, las extiendo sobre la cama. Me gusta una en especial, color azul petróleo. Acabo de probármela, definitivamente me queda chica. Me miro en el espejo y pienso que la ropa de los padres debería siempre quedarnos grande. Pero pienso también que lo necesitaba; que a veces necesitamos vestirnos con la ropa de los padres y mirarnos largamente en el espejo.
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Mi padre celebraba también el chiste. Estaban allí para que no tuviéramos miedo. Pero no teníamos miedo. Eran ellos los que tenían miedo. De eso quiero hablar. De esa clase de recuerdos.
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«Lo que se adhiere a la memoria son esos pequeños fragmentos extraños que no tienen principio ni fin.»
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Pienso en el comienzo bellísimo de Léxico familiar, la novela de Natalia Ginzburg: «Todos los lugares, hechos y personas que aparecen en este libro son reales. Nada es ficticio. Siempre que, debido a mi costumbre de novelista, inventaba algo, me sentía obligada a destruirlo.» Habría que ser capaz de eso. O de quedarse callado, simplemente.
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Pienso ingenuamente, intensamente en el dolor. En la gente que murió hoy, en el sur. En los muertos de ayer, de mañana. Y en este oficio extraño, humilde y altivo, necesario e insuficiente: pasarse la vida mirando, escribiendo.