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Las mujeres, las mujeres fuertes e instintivas como ella, perciben los momentos importantes y decisivos mejor que los hombres, que tendemos a malinterpretar las señales y a no reparar en los encuentros significativos, o a explicarlos por otras causas.
Esa mujer supo al instante que había conocido al hombre que iba a marcar su existencia. Yo también lo sabía...
Los acontecimientos decisivos en la vida maduran en el tiempo, es decir, muy poco a poco.
No tienen una auténtica trama. Uno vive... y ése es todo el enredo que hay en los hechos más importantes de su vida.
Quizá era porque temía que yo fuese víctima de un peligro mayor... ¿Sabes cuál? ¿No lo adivinas? La soledad, esa terrible soledad en la que se habían consumido sus vidas,
Pero no sirve de nada. Y mientras se afanan en todas esas maniobras son plenamente conscientes de que no sirven de nada. Y sin embargo siguen esperando, aunque ni siquiera saben qué esperan...
¿Sabes?, en el ámbito de ciertos reglamentos sociales, de determinadas costumbres, la soledad empieza a manifestarse a la edad correspondiente, igual que aparece la enfermedad en un organismo desgastado. Pero no ocurre de la noche a la mañana; las auténticas crisis vitales, las enfermedades, las rupturas, las relaciones marcadas por el destino no llegan en un momento concreto, no se establecen ni se anuncian, y los implicados ni siquiera advierten lo que ocurre. Cuando nos damos cuenta de los sucesos decisivos, la mayoría de las veces ya han pasado y no nos queda más remedio que aceptarlo y
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Comprendí que los grandes acontecimientos ocurren en absoluto silencio, por la fuerza de la inercia, y que detrás de los acontecimientos visibles y perceptibles hay otra cosa, un monstruo adormecido en algún lugar del mundo, detrás de los montes y de los mares, ese monstruo perezoso y torpe que se esconde en el corazón de todos nosotros y que rara vez se despereza e intenta agarrar algo. Y eso también forma parte de ti, tú también eres ese monstruo.
Y deseaba no sólo el cuerpo que se mostraba ante mí en aquella postura tan vulgar sino también lo que el destino escondía detrás de ese cuerpo, sus sentimientos y sus secretos.
Quizá entonces todavía alimentaba una esperanza en el fondo de mi corazón, esperaba que existiese un cuerpo, un único cuerpo capaz de acoplarse en perfecta armonía a otro cuerpo para aplacar la sed del deseo y el hastío de la satisfacción en una especie de manso reposo, en ese sueño que los hombres suelen llamar felicidad.
era un hombre y las mujeres revoloteaban a mi alrededor, me enviaban notas e invitaciones, tanto las frívolas como las decentes, y unas ofrecían una unión para toda la vida y otras, la salvaje embriaguez de una aventura ocasional, o bien una relación clandestina que no podía durar siempre, pero tampoco acabar en un instante, algo como una larga e intrigante amistad.
enamorados lloran y se prometen eterna fidelidad, juran permanecer siempre juntos, ayudarse y apoyarse; vivirán en la cima de una montaña o en una metrópoli... Pero luego pasa el tiempo, un año, tres años, un par de semanas —¿te has fijado que el amor, como la muerte, tiene un tiempo que no se puede medir con el reloj ni con el calendario?—, y sus grandes proyectos fracasan, o no tienen el éxito esperado.
Los celos no son más que una forma innoble y miserable de orgullo. Sí, también conozco ese sentimiento... lo
ya no jugábamos a los juegos de antaño. Al parecer, habíamos madurado. El que madura se siente siempre solo.
En aquel viaje comprendí que nada tenía remedio, que no había esperanza, que no encontraría la paz, y mi vida, tal como la había construido, además de ser insoportable, carecía de sentido.
Y al parecer, se trata precisamente de eso. La gente no se contenta con ganarse el pan de cada día, mantener a su familia, tener un trabajo y desempeñarlo de modo honrado y responsable... no, quiere algo más.
La gente quiere expresar sus ideas y realizar sus proyectos. Desea no sólo una ocupación que le permita ganarse la vida sino también la posibilidad de ejercer su vocación. De otra forma, su vida no tiene sentido.
sólo obtienes algo de los libros si eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo.
Todas las mujeres son un poco brujas cuando están enamoradas. Quería que yo llevase siempre conmigo algo que hasta entonces había estado en contacto con su cuerpo. Quería atarme a ella, dejarme un mensaje.
¿Sabes?, en la vida ocurre todo lo que tiene que ocurrir y, al final, todo encuentra su lugar.
Se trata de un proceso muy lento. En este caso las intenciones, las decisiones, los sueños no sirven de mucho. ¿Te has fijado en lo difícil que resulta encontrar los lugares definitivos para los muebles en una casa?
Tu percepción del tiempo ha cambiado por completo. Te despiertas siempre a la misma hora, parece que estás obligado a mantener un orden angustioso, como si alguien estuviera esperándote. Es evidente que se trata de eso, aunque tardes mucho tiempo en admitirlo: crees que detrás de ese orden tan rígido hay alguien que te espera.
¿Hasta qué punto eres el dueño de tu existencia, y cuánto has vendido de tu ser y tu destino a los sentimientos y a los recuerdos?
Porque la soledad poco a poco te rodea con sus brazos, como lo hacen los misteriosos elementos de la vida y del tiempo, en el que todo ocurre. Y de golpe comprendes que todo ha ocurrido como estaba escrito:
Un día la vida deja de ser espera y se convierte en acción.
¿Sabes?, como cuando comprendes que las cosas no ocurren porque sí. Y todo lo que estaba pasando entre nosotros se debía a una razón:
yo para ella «no era ese verde». Durante mucho tiempo no se atrevió a verme como yo era en realidad. Nunca nos atrevemos a reducir a dimensiones humanas lo que nuestro ferviente deseo ha transformado en un ideal.
Detrás de cada beso verdadero se esconde el deseo secreto de la aniquilación, ese sentimiento extremo de felicidad que ya no regatea, la conciencia de que no hay otro modo de ser feliz que perderse del todo en un sentimiento y entregarse a él por completo. Y ese sentimiento no tiene propósito.
Amar significa simplemente conocer por completo la felicidad y luego perecer.
Al parecer se necesita mucho valor para lanzarse a la vida sin más, sin horarios ni previsiones... vivir la vida como viene, día tras día, hora tras hora, incluso minuto tras minuto... y no esperar nada, no tener esperanza en nada. Simplemente estar en el mundo.
Hubo un tiempo en que estuve enamorada de él... pero sólo estaba enamorada porque aún no vivía con él. Estas dos cosas nunca van juntas, ¿lo sabías?
Él no creía en el amor ni en el cariño, sólo creía en la pasión y en la piedad, pero decía que tampoco ayudan porque sólo duran un momento... tanto la piedad como la pasión.
No necesitas ojos para ver lo que es tuyo.
Porque él siempre comenzaba las frases así cuando quería decir algo importante: «creo que...» o «pienso que...». Nunca decía lo que quería directamente, sin rodeos.

