leí que esa especie de hechizo, ese estado de ánimo de los enamorados en eterna espera del amor ausente tiene algo en común con el desvarío de los hipnotizados; y que sus miradas son como las de los enfermos que empiezan a despertar de su delirio y levantan con esfuerzo los párpados hinchados. No ven nada más que un rostro, no oyen más que un nombre. Pero un día se despiertan. Como yo. Miran a su alrededor, se frotan los ojos. Ya no ven ese rostro... mejor dicho, siguen viéndolo, pero más difuminado. Ven el campanario de una iglesia, un bosque, un cuadro, un libro, las caras de otras personas,
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