Y es que el misterio de la existencia humana no consiste únicamente en vivir, sino en saber para qué se vive. Sin una idea precisa del sentido de su vida, el hombre no quiere vivir y prefiere matarse antes que seguir en la tierra, por mucho que nade en la abundancia. Y, sin embargo, ya ves lo que ocurrió: en vez de someter la libertad de los hombres, ¡Tú se la hiciste aún mayor! ¿O acaso habías olvidado que el hombre aprecia más la tranquilidad o incluso la muerte que la libertad para discernir el bien y el mal?