«Madrecita, hacedora de mis días, en verdad todos somos culpables por todos ante todo el mundo, solo que la gente no lo sabe, si lo supieran, ¡esto sería el paraíso... Señor, ¿es posible que no sea verdad? –lloraba y pensaba–, en verdad, es posible que sea yo el más culpable de todos,