–Sé que el paraíso llegará para mí, que llegará en el mismo momento en que lo declare. He estado catorce años en el infierno. Quiero sufrir. Aceptaré el sufrimiento y aprenderé a vivir. Con la mentira uno puede recorrer el mundo, pero después no hay vuelta atrás. Ahora no me atrevo a querer no ya a mi prójimo, sino ni siquiera a mis hijos. ¡Dios mío! Quizá mis hijos lleguen a comprender cuál ha sido el coste de mi sufrimiento y no me condenen. El Señor no está en la fuerza, sino en la verdad.