Señores, todos somos crueles, todos somos unos monstruos, todos hacemos llorar a la gente, a las madres y a los niños de pecho, pero de todos, que quede establecido para siempre, ¡de todos yo soy el reptil más abominable! ¡Así sea! Todos los días de mi vida, dándome golpes de pecho, he prometido corregirme y todos los días he cometido las mismas vilezas. Ahora comprendo que quienes son como yo necesitan un golpe, un golpe del destino, que los atrape como un lazo y los retuerza con su fuerza externa. ¡Yo solo jamás me habría levantado, jamás! Pero ha retumbado el trueno. Acepto el tormento de
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