Víctor

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Y cuando me encontraba sumido en la más profunda, en la más honda vergüenza (y eso era lo único que me sucedía), siempre leía este poema sobre Ceres y el hombre. ¿Me servía para corregirme? ¡Nunca! Porque soy un Karamázov. Y cuando me precipito al abismo, me precipito derecho, con la cabeza abajo y los talones arriba, incluso me siento satisfecho de caer en una posición tan humillante y considero que para mí eso es la belleza.
Los hermanos Karamázov
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