Le digo que lo que sea estará bien. Quiero ver a ese hombre, hacer un acto de contemplación. Sin él, sin lo que dijo en aquella llamada, ella no estaría aquí. ¿O sí? ¿O fue su astucia? ¿O fue su belleza? ¿O fue su familia de militares? ¿O fue que, simplemente, les dio la gana? La arbitrariedad garantiza el pavor perfecto: infinito.