Coloquio de las quiltras (Serie ENDEBATE): Argumentos caninos ante las crisis del feminismo (Spanish Edition)
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las relaciones entre mujeres están trianguladas por un hombre por el que ellas compiten o se celan pero con quien nunca se complacen, un hombre del que no esperan ni amor ni fidelidad ni admiración ni apoyo sino que una suculenta tajada de tuétano, un hombre del que esperan algún privilegio que luego defenderán con uñas y dientes.
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¿No se supone que nuestro lema es que cada una puede hacer lo que quiera con su cuerpo?
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Nuestro problema es impedir que nos digan qué hacer con nuestros cuerpos.
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porque no era igual desnudarse en un lugar que en otro: si cambiaban los contextos, cambiaba el sentido de un acto.
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Ser y parecer perra, eso quiero, y quiero que me lo alaben tanto como a esa escritora que admiro, la Sosa Villada, que como «la mala» que es no deja de festejar la «flor carnívora» de su pecho y las curvas quirúrgicas de su perfecta anatomía hembruna.
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que me guste ser y parecer perra «no significa que me guste ser la perra de alguien» o que quiera ser perra «porque a alguien le guste».
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Por qué sería malo mostrar el cuerpo y llamar la atención?». ¿No encuentras paradójico que para evitar el histórico y tal vez histérico comidillo de los coyotes, para sortear su acoso, debamos ocultarnos en la casa o salir tapadas para no ser ni vistas?
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absurdo esto de desaparecer por propia voluntad para no ser desaparecidas, esto de callarnos para que ellos no nos callen. ¡Ni de coña!
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La que quiera hacerse invisible que lo haga, pero no nos confundamos: su invisibilidad es tan pose como la mía hacerme visible. Cada una debe resolver cómo ir por el mundo para estar cómoda pero no imponérselo a las demás con la garra levantada.
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Ir femenina y perrear son parte de una misma libertad que las hembras debemos permitirnos.
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¿Por qué hemos de renunciar al deseo y al placer?
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¿Del deber de matarnos trabajando, del deber de acumular sin disfrutar? Hay que ir valorando el placer si queremos vivir «una vida sabrosa»,
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Porque «si no puedo perrear esta no es mi revolución»,
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¿No será que lo que te irrita es que quienes perrean son sobre todo las perras mestizas o negras, menos acomplejadas con sus cuerpos, más dispuestas a disfrutar porque esos cuerpos suyos son lo único que les da placer?
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A ella nunca le faltaban ni las ganas ni la oportunidad de fiestear.
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el rozarse consintiendo y gozando no violentaba a nadie.
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toda perra pensante, se dijo, debía empezar siempre por pensarse a sí misma. Pensarse críticamente.
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«Le gusta la idea de ser perra porque puede ladrar y gruñir sin tener que justificarse. Puede correr con libertad si le apetece. Puede ser puro cuerpo, instinto y deseo. Puede ser apetito y furia, sed y miedo».
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Las hembras siempre resultaban más pequeñas, pasivas y endebles, más simples e inferiores que los machos.
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Las hembras pueden ser competitivas y destructivas, dijo Cooke,
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Si solo comprendían que nadie era solo hembra o solo macho, que la estructura biológica era apenas un dato, y el género, culturalmente construido, apenas otro, y otro el deseo; y que la filiación afectiva y la posición ideológica eran aún más datos en la compleja creación de una identidad que tampoco podía ser permanente.
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Si comprendían que las prisioneras trans solo podrían sobrevivir en cárceles de mujeres, porque meterlas en las de hombres era una sentencia de muerte.
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¿Cómo era posible que ciertas feministas se levantaran contra el uso de bloqueadores hormonales en la niñez, pero encomiaran los anticonceptivos hormonales que tomaban millones de muchachas?
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«No vamos a estar de acuerdo en todo, pero no debemos olvidar quién es el enemigo».
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Se llaman a sí mismas feministas radicales pero ese discurso transexcluyente no es radical ni disidente,
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¿No te has fijado, continuó, que casi todas las que escribimos no tenemos crías?
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«Si quieres saber qué vida ha tenido una perra, mírale las patas».
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¿No es eso lo que hacemos, Luna?, ¿escribir ensayos para ir más allá de nosotras mismas, para examinar los hechos, para sopesar los argumentos antes de definir nuestras posiciones?
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la violencia parece ensañarse más con las más vulneradas. Y las que sufren de violencia en su casa vuelven a sufrirla en el juzgado antes de sufrirla una última vez.
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El hecho de que la violencia real que sufrimos está armada y amparada por la violencia simbólica.
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el bulto es que los escritores siguen matando a las mujeres, a las que van de mujeres, a las que se sienten mujeres, a las que, como nosotras, fueron mujeres y ahora son perras. Hay tanta quiltra muerta en las novelas,
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la violencia está marcada por el género: quien violenta es siempre un sujeto normativamente masculino, y quien recibe la violencia, sea hombre o mujer, acaba feminizado por ese acto. Es decir, decía la Pratt, la noción de víctima no solo se asocia simbólicamente y materialmente a las mujeres, ¡hasta la palabra víctima es femenina! Y la agencia, tanto la de ejercer violencia como la de proteger, sigue pensándose en masculino.
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Porque ser hembra no es garantía de nada, como querrían las mujeristas. Ninguna de nosotras está a salvo de caer en la trampa patriarcal…