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Pero estoy en este ahora que siempre se convertirá en pasado, en una palabra desértica en un papel manchado.
Pero necesito hacerlo, porque si lo escribo es que fue real, si lo escribo quizás no seamos solo parte de un sueño contenido en un planeta, dentro de un universo que se esconde en la imaginación de alguien que vive en la boca de Dios. Cada una de estas palabras contiene mi pulso. Mi sangre. Mi respiración.
Pero yo sabía muy bien que la piedad es como una dinamita silenciosa que te instalan en el corazón y que, cuando estalla, ya no hay posibilidad de juntar los pedazos.
Estaba tan aterrada como yo y lo vi en esos dos universos sin límites que me miraban sin pestañear.
Algunas de las estrellas que vivían en las constelaciones de sus ojos empezaron a brillar.
Durante el día no llamamos la atención, tenemos que disimular para que las indignas y las siervas no vean, para que no sepan que por las noches nos convertimos en el sonido de las flores que ya no están, que sin palabras, solo con nuestro tacto, tratamos de descubrir el nombre secreto que vibra en la piel de cada una.