La sociedad nos asigna unos roles dependiendo de nuestras capacidades aparentes, no de nuestras aptitudes reales, a la manera de los que reparten a los jugadores en los picaos de barrio, que los escogen atendiendo únicamente a lo que resalta a simple vista: los altos y de mejor talla van a la defensa, los minúsculos y rápidos, a la delantera, los más cerebrales, al medio campo, y el gordo siempre de arquero, algunos asumimos que ese era nuestro destino y por pura comodidad nunca probamos una posición diferente, la realidad es un repartidor infame que siguiendo esta misma lógica nos asigna unos
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