La vida de un hombre es insignificante en realidad, aunque tiene dos o tres ocasiones que la dignifican y le dan sentido, solo que no sabemos qué son cuando ocurren, sino mucho después cuando las contemplamos desde la distancia y con la pátina indulgente de los años, por lo tanto somos melancólicos y anacrónicos y vivimos de un pasado que ni siquiera sabemos si fue real o si nuestra mente profiláctica limpió de bajezas.

