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¿Alguna vez te han dicho que pestañeas mucho cuando mientes? Su mala cara se agravó. —No, pero solo porque nadie se ha pasado tanto tiempo mirándome como tú, Winnow.
Los finales a menudo se encontraban en los inicios,
¿Alguna vez sientes como que llevas una armadura, día tras día? ¿Que, cuando la gente te mira, solo ve el brillo del metal con el que te has revestido con tanto cuidado? Ven lo que quieren ver en ti; el reflejo combado de su propia cara, o del cielo, o una sombra proyectada entre edificios. Ven siempre que has cometido errores, todas las veces que has fracasado, todas las veces que les has hecho daño o los has defraudado. Como si eso fuera lo único que serás a sus ojos. ¿Cómo cambias algo así? ¿Cómo tomas las riendas de tu vida y dejas de sentirte culpable por ello?
Creo que todos llevamos una armadura. Creo que los que no lo hacen son unos necios que se arriesgan a sufrir el dolor de los bordes afilados del mundo, una y otra vez. Pero si algo he aprendido de esos necios es que ser vulnerable es una fortaleza que la mayoría de nosotros teme. Hace falta coraje para bajar la armadura, para dejar que las personas te vean como eres. A veces me siento como tú: no puedo arriesgarme a que la gente me vea por quien soy de verdad. Pero también hay una vocecita en la parte trasera de mi mente, una voz que me dice: «Te vas a perder muchas cosas por protegerte
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Pero me doy cuenta de que las personas son solo personas, y cargan con sus propios miedos, sueños, deseos, daños y errores. No puedo esperar que otra persona me haga sentir completa; debo encontrarlo por mi cuenta.
Una pieza de armadura, porque confío en ti. El destello de acero que se desprende, porque me siento seguro contigo.
Hay días buenos y días difíciles. La pena no se irá nunca del todo; siempre estará contigo, una sombra que llevas en el alma, pero se hará más débil a medida que tu vida se vuelve más brillante. Aprenderás a vivir sin ello de nuevo, por imposible que pueda sonar. Los demás que comparten tu dolor también te ayudarán a curarte. Porque no estás sola. Ni en tu miedo, ni en tu dolor, ni en tus esperanzas o sueños. No estás sola.
«Te quitas una parte de la armadura por esa persona y dejas que entre la luz, aunque te cause aprensión. Tal vez así es como aprendes a ser permisivo y fuerte de todos modos, incluso envuelto en el miedo y la incertidumbre. Una persona, una parte de acero».
Creo que no te das cuenta de lo fuerte que eres, porque a veces la fuerza no son espadas y acero y fuego, como nos hacen creer tan a menudo. A veces se encuentra en los sitios tranquilos y sosegados. La manera como le sujetas la mano a alguien mientras llora. La manera como escuchas a los demás. La manera como te presentas, día tras día, incluso cuando estás agotada o asustada o simplemente insegura. Eso es fuerza, y la veo en ti.
Tiene que sobrevivir a esto, pensó Roman. No quería vivir en un mundo sin ella ni sin sus palabras.
—Tengo que contarte algo —dijo Roman mientras trazaba círculos en los nudillos de ella con el pulgar—. El otro día comentaste que crees que solo estoy aquí para «eclipsarte». Pero eso es lo más alejado de la realidad. Rompí mi compromiso, dejé mi trabajo y viajé seiscientos kilómetros hacia una tierra derruida por la guerra para estar contigo, Iris.
No es delito estar alegre, incluso cuando no parece haber esperanza. Iris, mírame. Te mereces toda la felicidad del mundo. Y voy a procurar que así sea.
—Iris, mereces tener amor —dijo Roman—. Mereces sentir alegría ahora mismo, incluso en la oscuridad. Y por si te lo estás preguntando… No me voy a ir a ningún lado, a menos que me digas que lo haga, e incluso en ese caso tal vez lo tendríamos que negociar.

