—El duelo, en estos países aplebeyados, se paga con cárcel —sentenció, muy grave, haciendo unos movimientos convulsivos con las manos—. En cuanto al suicidio, ya nadie aprecia el gesto. Uno se mata y en vez de remordimientos, escalofríos, admiración, provoca burlas. Lo mejor son las recetas prácticas, mi amigo.

