La tía Julia y el escribidor
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Read between April 20 - April 30, 2025
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Los textos venían plagados de cubanismos, que, minutos antes de cada emisión, el propio Luciano y la propia Josefina y sus colegas traducían al peruano como podían (siempre mal).
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Yo le expliqué que el amor no existía, que era una invención de un italiano llamado Petrarca y de los trovadores provenzales.
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Pensó que ésta era una ocasión privilegiada para poner a prueba esa norma moral que había hecho suya desde joven y según la cual era preferible comprender que juzgar a los hombres.
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¿corresponden a San Isidro las dos Aes? ¿Es un barrio de Alto Abolengo, de Aristocracia Afortunada?
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Le conté toda mi vida, no la pasada sino la que tendría en el futuro,
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—El duelo, en estos países aplebeyados, se paga con cárcel —sentenció, muy grave, haciendo unos movimientos convulsivos con las manos—. En cuanto al suicidio, ya nadie aprecia el gesto. Uno se mata y en vez de remordimientos, escalofríos, admiración, provoca burlas. Lo mejor son las recetas prácticas, mi amigo.
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uno debía portarse con los caballeros como caballero y con los canallas como canalla. Ése era el «honor bien entendido»: lo demás era ser idiota.
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—Lo bueno de pelearse son las amistadas
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—frente ancha, nariz aguileña, mirada penetrante, rectitud y bondad en el espíritu—
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consuélese pensando que todos los hombres son hienas y que ser bueno significa, simplemente, saber disimular.
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Pero que a ella le importaba un pito cometer crímenes de lesa cultura, así que, la próxima vez que yo saliera a las ocho de la mañana con el cuento de ir a la Biblioteca Nacional a leerme los discursos del general Manuel Apolinario Odría y volviera a las ocho de la noche con los ojos colorados, apestando a cerveza, y, seguramente, con manchas de rouge en el pañuelo, ella me rasguñaría o me rompería un plato en la cabeza. La prima Patricia es una muchacha de mucho carácter, muy capaz de hacer lo que me prometía.