Rafael Parreira

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Lo que debía llevar a su captura fue su afición a alardear —estaba «harto de ser un vagabundo anónimo en el mundo»— y esta afición debió crecer considerablemente a medida que transcurría el tiempo, no solo porque no tenía nada que hacer que valiera la pena, sino también debido a que la era de la posguerra le había conferido una «fama» inesperada.
Eichmann en Jerusalén
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