Nadie que estuviera en sus cabales podía pensar ya en una solución de la cuestión judía en términos de emigración forzosa; por una parte, existían las dificultades de trasladar gente de un país a otro en tiempo de guerra y, por otra, el Reich había adquirido, por la conquista de los territorios polacos, dos o dos millones y medio más de judíos.