More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
El señor K y la señora K vivían desde hacía ya veinte años a orillas del mar Muerto, en la misma casa en que habían vivido sus antepasados, y que giraba y seguía el curso del sol, como una flor, desde hacía diez siglos.
Se volvió, y en la cara tenía una máscara, de plata labrada, inexpresiva; la máscara que llevaba siempre cuando quería ocultar sus sentimientos,
Espérenme! —les gritó—. ¡No me dejen en este mundo terrible! ¡Quiero irme! ¡Va a haber una guerra atómica! ¡No me dejen en la Tierra!
—Maldita sea —dijo Hinkston—. Yo quiero ir al pueblo, capitán, con el permiso de usted. Es posible que en todos los planetas de nuestro sistema solar haya pautas similares de ideas, diagramas de civilización.
¡Quizá estemos en el umbral del descubrimiento psicológico y metafísico más importante de nuestra época!
Tengo ochenta años cumplidos. Nací en mil novecientos veinte, en Illinois, y con la ayuda de Dios y de la ciencia, que en los últimos cincuenta años ha logrado rejuvenecer a los viejos, aquí estoy, en Marte, no más cansado que los demás, pero infinitamente más receloso.
La canción era Hermosa soñadora. En
siseaba un disco de Vagando al anochecer, cantado por Harry Lauder.
¿Cómo sabes que esos templos no son los de tu propia civilización, dentro de cien siglos, desplomados y en ruinas?
El Señor no es serio. En realidad, es difícil saber qué es, además de amor. Y el amor está unido al humor ¿no es cierto? Pues no se puede amar a alguien sino se está dispuesto a aguantarlo. Y no se puede aguantar constantemente a alguien sin reírse de él, ¿no es verdad?
Dios debe de amarnos principalmente porque le causamos gracia.
Deseamos deciros que apreciamos que hayáis construido este edificio para nosotros, pero no nos hace falta, pues cada uno de nosotros es un templo en sí mismo, y no necesita lugar alguno para purificarse.
¿Qué iglesia puede competir con el fuego de un alma pura?»
Yo creo que hay una verdad en todos los mundos. Y todas ellas son partes de una misma verdad. Un día todas se unirán como trozos de un gran rompecabezas.
estaba demostrado que nadie fue eternamente feliz, y el «había una vez» se convirtió en «no hay más».
Garrett? —llamó Stendahl en voz baja. Garrett calló—. ¿Sabe usted por qué le hago esto? Porque quemó los libros del señor Poe sin haberlos leído. Le bastó la opinión de los demás. Si hubiera leído los libros, habría adivinado lo que yo le iba a hacer, cuando bajamos hace un momento. La ignorancia es fatal, señor Garrett.

