—Bueno, si se replantea el asunto y toma otra decisión, no dude en llamarme a cualquier hora. —Le dio la tarjeta con su número de teléfono—. Ah, y señorita Behrend, una cosa más: no debe hablar con nadie sobre nuestra pequeña charla; ni con sus padres, ni con sus hermanas ni con sus amigos más cercanos. Si lo hace, lo sabremos. Esta tarde nunca ha ocurrido. Nunca ha estado en la habitación 118. Si me ve por la calle, no haga como que me reconoce, debe pasar de largo; las razones son evidentes, claro, como estoy seguro de que habrá comprendido hace tiempo.