Juan Antonio García

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Estaba conmocionada. Les espeté: «¿Hace once años que presenté la solicitud para dejar el país y ahora ni siquiera puedo despedirme de mis amigos?». Esa noche el tren iba hasta las trancas de gente expulsada de la RDA. Era como si hubiese que mandar al otro lado del Muro a todo aquel que pudiese verse afectado por el virus de la glásnost. Miriam iba con una pequeña cesta con dos mudas de ropa, y se disponía a dejar su vida atrás. Sus amigos recogerían su piso. Hasta donde ella sabía, no volvería jamás. Nadie tenía ni idea de que el Muro caería en noviembre.
Stasiland: Historias tras el muro de Berlín
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