La RDA, en sus cuarenta años de existencia, intentó tenazmente tanto crear al socialista alemán como hacer que la gente creyera en él. El socialista alemán tenía que ser diferente del nazi alemán, y diferente del alemán occidental (capitalista imperialista). Se enseñaba la historia como una serie de inevitables saltos hacia el comunismo: partiendo del estado feudal, pasando por el capitalismo, para acabar finalmente —en el salto más grande hasta la fecha— en el socialismo. El nirvana comunista era el mundo que estaba por venir. Una instantánea de un diagrama darwiniano se enciende en mi cabeza
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