Julia pensaba que podía trabajar de recepcionista en un gran hotel, así podría practicar idiomas. Postuló en Berlín, en Leipzig, en Dresde. Era una estudiante de sobresaliente que hablaba inglés, ruso, francés y un poco de húngaro. Siempre conseguía entrevistas. Se presentaba con sus mejores ropas y aceptaba los cumplidos de la dirección. Todos los hosteleros sin falta mostraban su entusiasmo y se quedaban impresionados. Le mandaban hacerse una revisión médica rutinaria, le estrechaban la mano calurosamente y le decían que esperaban volver a verla pronto.