Alemania Oriental tenía un sitio donde arrojar a la gente que se oponía: Alemania Federal. La encarcelaban y luego la vendían a la RFA por moneda fuerte. El número de disidentes no llegó a constituir una masa crítica hasta 1989, cuando las reformas en la Unión Soviética insuflaron al pueblo de a pie el valor suficiente para tomar las calles.