En la década de 1950, durante la guerra de Corea, empezaron a circular rumores sobre los espantosos métodos de tortura que empleaban con los prisioneros de guerra estadounidenses. Una vez capturados, los llevaban a un campo, y volvían a aparecer como muy tarde una semana después sobre una plataforma articulando de forma mecánica ante las cámaras su conversión al comunismo. Después de la guerra se supo que, en contra de lo que sugerían los rumores, el secreto del ejército coreano no fue nada tradicional ni de una tecnología puntera: fue la privación del sueño. Un hombre hambriento puede seguir
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