talkies de la policía occidental—. Las conversaciones llegaban por télex y luego las codificábamos y las mandábamos a Berlín. —Se ríe entre dientes—. Codificábamos hasta lo más mínimo de lo que se decía, hasta los Ja, los Gutten Tag y lo que tomaban para comer. En Berlín tenían que saberlo todo. Y ojo, que también interceptábamos muchas conversaciones entre políticos occidentales.