Pasamos por delante de un aseo con una «H» de Herren. —Solo necesitaban aseos de caballeros —dice—. Las mujeres no podían pasar del rango de coronel y, de todas formas, solo había tres. Esto era un Männerklub. —Asoma la cabeza en un pequeño cuarto para un centinela—. Mire esto —me dice. Sobre la mesa todavía hay un calendario de enero de 1990—. No, allí. —Me señala la otra pared, detrás del escritorio. Hay un manchón sobre la pintura—. Ahí es donde el colega se reclinaba en su silla y apoyaba su gorda y grasienta cabeza sobre la pared. —Está asqueada—. Eso no sale.