Julia fue a la oficina de empleo, cogió un número y esperó una cola interminable. Estaba rodeada de gente que había vivido experiencias similares, explicables o no. Se volvió hacia el hombre que tenía detrás y le preguntó: —¿Cuánto lleva usted en paro? Antes de que este pudiese contestar, una funcionaria, una mujer fornida en uniforme, salió de detrás de una columna. —Señorita, usted no está en paro —ladró. —Claro que estoy en paro —dijo Julia—. Si no, ¿por qué iba a estar aquí? —Esto es la oficina de empleo, no la oficina del paro. No está en paro, está buscando empleo. Julia no se amilanó:
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