—Antes que nada, tengo unas preguntas sobre estas cartas. Julia miró su mano y vio, bajo esta, su propia letra. Estaba confundida. Miró con más detenimiento: eran copias de las cartas que le mandaba al novio italiano. Siempre había barajado la posibilidad de que leyesen su correspondencia. A veces las cartas que recibía desde el extranjero habían sido rasgadas de forma brutal y vueltas a pegar con papel de celo; luego le ponían una pegatina: «Deteriorada en transporte».