Juan Antonio García

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»Siempre teníamos al menos dos hombres vestidos de paisano observando sobre el terreno. Ese era mi trabajo. Llevaba un aparato para grabar en el bolsillo o, si estaba en un coche, cámaras en los faros delanteros. Teníamos equipos de sonido que podían captar las conversaciones de dentro de los vehículos. Había una cámara en aquel surtidor —señala la bomba de gasolina— que podía dirigir por control remoto para tomar un primer plano de alguien si me encontraba en la parte trasera. Lo teníamos bastante bien cubierto.
Stasiland: Historias tras el muro de Berlín
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