«Pues claro que tengo pensamientos débiles y mi ego intenta desviarme de mi camino todos los días. Soy humano. Pero también tengo mi lado auténtico, mi naturaleza esencial, lo que yo soy de verdad. Y esa parte crea los pensamientos nobles y valientes, y me ayuda a centrarme en llegar a ser lo mejor que pueda ser. Es casi como si dentro de mí llevara dos perros. Un perro bueno que trata de llevarme adonde sueño que quiero ir, y un perro malo que intenta apartarme de mi camino ideal». «¿Y cuál gana?», preguntó el joven estudiante. «Muy fácil —contestó el anciano—. Gana el que alimento más.»

