Están furiosos por no tener cuerpo, por no tener sentidos como los nuestros. Obligan a la inocente víctima a gritar porquerías porque los ritos del amor y de la pasión son cosas que no tienen modo de conocer. Pueden hacer moverse las partes del cuerpo pero no habitan en ellas realmente, y por eso están obsesionados con la carne que no pueden invadir. Y usan sus débiles poderes para hacer volar objetos y para obligar a sus víctimas a retorcerse y dar saltos. Este anhelo de ser carnales es el origen de su furia, la demostración del sufrimiento que es su destino.