Para mí sería una experiencia muy aguda y penosa pensar que tengo una aflicción que Dios nunca me envió, que la amarga copa nunca fue llenada por su mano, que mis pruebas nunca fueron medidas por él, ni enviadas a mí según su disposición de peso y cantidad... Aquel que no cometió errores al poner en equilibrio las nubes y extender los cielos, no comete errores en la medida de los ingredientes que constituyen la medicina del alma.

