El propósito de la religión, podría decirse, es dar una cierta respetabilidad a estas pasiones, con tal que vayan por ciertos canales. Como estas tres pasiones constituyen en general la miseria humana, la religión es una fuerza del mal, ya que permite a los hombres entregarse a estas pasiones sin restricciones, mientras que, de no ser por la sanción de la Iglesia, podría tratar de dominarlas en cierto grado.