«La única razón de que por Navidad se regalen tantos objetos en vez de dinero es el estigma de regalar dinero —escribe Waldfogel—. Si no existiera ese estigma, se regalaría dinero, y quienes lo reciben elegirían cosas que realmente quieren, con el resultado de la mayor satisfacción posible según la cantidad gastada».13 Stephen Dubner y Steven Levitt hacen un planteamiento similar: la resistencia a regalar dinero resulta, en la mayoría de la gente, de un «tabú social» que arruina «el sueño del economista» de un «intercambio admirablemente eficiente».