Hay quienes piensan que esta óptica del cálculo priva al matrimonio de todo romanticismo. Aducen que el amor, el compromiso y las obligaciones son ideales que no pueden reducirse a términos monetarios. Insisten en que un buen matrimonio no tiene precio, en que es algo que el dinero no puede comprar. Para Becker, esta es una sombra de sentimentalismo que impide pensar con claridad. «Con un ingenio digno de admiración si le diesen un uso mejor», escribe, quienes se oponen al enfoque económico explican el comportamiento humano como un resultado turbio e impredecible de «la ignorancia y la
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