La idea de que la economía es una ciencia que no hace valoraciones, que es independiente de toda filosofía moral y política, siempre ha sido cuestionable. Pero la jactanciosa ambición que hoy exhibe la ciencia económica hace que esta idea sea particularmente difícil de defender. Cuanto más extienden los mercados su alcance a esferas no económicas de la vida, tanto más se enredan en cuestiones morales.