Max

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Si alguien está dispuesto a pagar por sexo o un riñón, y un adulto consiente en vendérselo, la única pregunta que el economista hace es: «¿Cuánto?». Los mercados no reprueban nada. No discriminan entre las preferencias admirables y las bajas. Cada parte del contrato decide qué valor darles a las cosas intercambiadas.
Lo que el dinero no puede comprar: Los límites morales del mercado
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